Cuando uno escucha hablar de Culiacán, es inevitable pensar en la violencia que por años ha marcado su historia […]
Cuando uno escucha hablar de Culiacán, es inevitable pensar en la violencia que por años ha marcado su historia reciente. Recién estuve en esa ciudad, invitado a un evento sobre seguridad, y debo confesar que llegué con esa imagen en la cabeza, esperando atestiguar una ciudad silenciosa, con desánimo, una especie de ausencia de sí misma; pero me equivoqué.
Lo que encontré fue una sociedad despierta y dispuesta. Encontré gente con ganas de recomponer el rumbo, de dialogar, de hacer comunidad a pesar del dolor. Culiacán se convirtió en el epicentro de un evento sin precedentes, un encuentro ciudadano sobre seguridad y justicia, convocado por el Consejo Estatal de Seguridad Pública de Sinaloa, que reunió a voces de diversas partes del país que han vivido en carne propia los retos de construir paz desde lo local.
Experiencias diversas de Chihuahua, Nuevo León, La Laguna, Veracruz, Quintana Roo, Baja California, Guanajuato, Aguascalientes y hasta Colombia, pero todas con un hilo común: la convicción de que la participación ciudadana no es un adorno, sino el corazón para que cualquier estrategia de seguridad funcione.
Cada historia compartida hablaba de esfuerzo y resistencia, de no dejar que el miedo se imponga. Aunque los retos son grandes, también hay ejemplos y aprendizajes de que sí es posible recuperar la tranquilidad cuando la sociedad se organiza, exige y participa. Lo que allá se vive no es ajeno al resto del país; las heridas son muy parecidas, pero también son parecidas las ganas de sanar.
Queda pendiente articular alianzas, trazar una ruta común con las experiencias compartidas y convertirlas en modelo e inspiración. Mi experiencia vivida en la Laguna, me convirtió de algún modo en embajador de esperanza, porque hemos sido testigos de que la reconstrucción de la paz empieza con algo tan sencillo y tan poderoso como volver a confiar el uno al otro, en el diálogo, en la colaboración entre ciudadanos y autoridades.
Culiacán no es una ciudad vencida, es una ciudad viva, que se atreve a mirar de frente sus problemas y a organizarse para enfrentarlos, y eso, en tiempos actuales, ya es una forma de victoria. De una cosa estoy convencido, en Culiacán se respira un clima de esperanza.

Somos un proyecto del Consejo Cívico de las Instituciones, A.C. que promueve el análisis y la evaluación de indicadores técnicos y de percepción ciudadana que permitan incidir en mejores políticas públicas y mejorar la calidad de vida de la Laguna.